GRRRRRRRRRRRRR.........
jueves, 10 de diciembre de 2009
lunes, 30 de noviembre de 2009
lunes, 16 de noviembre de 2009
Si es que......
Los "marcianos" a veces son lo menos espabilado que te puedas echar a la cara, de verdad....¿no se dan cuenta de nada? ¿Hay que decirles siempre las cosas que molestan y duelen?
sábado, 17 de octubre de 2009
Tengo ganas de ti...
lunes, 5 de octubre de 2009
DDM
Que si llegas a clase y muchos de tus compañeros no te devuelven el saludo (¿qué coño he hecho ahora?), te miran y pasan de ti...
Que si intentas ponerte al día pillando en 2 minutos lo que se lleva una semana dando....(resultado: cara de ignorancia mientras la profesora habla de no se qué mierda de estadística, o de no sé que coño de N.A.O...)
Que si además pretendes abarcar muchas más asignaturas que las que cualquier humano inteligente se habría matriculado (teniendo por tanto que aprobar unas cuantas sin ir a clase ni siquiera un puto día....¿que cómo se hace? ¡Ah, y yo qué sé...!)
Que si encima la lías parda y acabas en Montequinto a 40 grados al sol viendo a tus amigos jugando al paddle, sin dejarte jugar a ti porque eres patética (qué se le va a hacer, tienen sus motivos para reírse de ti, al fin y al cabo)
Que si más tarde llegas a tu casa y tus padres te montan el follón por ser tan irresponsable y por haberla liado anteriormente (una se acostumbra a que la tachen de mala hija y egoísta)
Y bueno, ya para terminar un magnífico día de mierda, te conectas al msn para compensar toda la mierda del día con un poco de felicidad, y ¿qué te encuentras? ¡Bingo! Te encuentras con la fantástica coincidencia de que la única persona capaz de mejorar tu día de mierda, se ha puesto como objetivo hoy hundirte diciéndote que te gusta hacerte la víctima y llorar por todo....
Todo sumado a un dolor de cabeza de esos que te taladran el cerebro =)
¡Viva!
C'est la vie !!!
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Veraneo
domingo, 2 de agosto de 2009
La ciudad donde todos duermen
lunes, 27 de julio de 2009
La ciudad sin gente
viernes, 3 de julio de 2009
Seguimos la historia
Zahira seguía inmóvil, tan rígida como una estatua, pero con el corazón latiéndole con violencia. ¿Por qué, entre todos los pretendientes, tenía que casarse con Hakim ab- Kadar, "el poderoso"? Quería hablar, gritarle a su padre que nunca se casaría con aquel hombre, pero sabía que no podía hacerlo. Ella no podía elegir, y desde luego, no podía contradecir al jeque. La rabia y la impotencia que sentía debían quedarse dentro de ella. Aunque sabía que se encaminaba al infierno, no se le tenía permitido quejarse o intentar dar un paso atrás.
- Bueno, entonces no tengo nada más que decir- dijo su padre, mirando al noble- Te doy mi bendición y permiso para casarte con mi querida hija Zahira. Os casaréis en una semana.
Fue como si un martillo la hubiera golpeado en el pecho. El aire se escapó de sus pulmones y la visión del palacio se hizo borrosa. Su doncella personal evitó que se cayera al suelo, sujetándola compasivamente. Ahora sí que la habían matado en vida.
Los siete días siguientes pasaron demasiado rápido. Los preparativos eran muchos y en el palacio del jeque Abdel al-Jalil se respiraba un ambiente caótico. Decenas de sirvientes, cocineros, doncellas...iban de un lado para otro. Entre todo ese ajetreo, Zahira parecía muerta. Apenas comía y dormía, y el traje de novia había que arreglárselo casi cada día. Su doncella Reem (porque era pequeña y esbelta como una gacela) intentaba animarla y cuidarla.
- Seréis llamada "flor marchita" como sigáis así- solía decirle.
Pero Zahira seguía sin hambre. Se sentía extrañamente débil y sin fuerzas, y el día de la boda llegó con excesiva rapidez.
Todos los invitados a la boda, (y eran más de trescientos) coincidían en una cosa: Zahira no podía estar más hermosa. Su oscuro cabello negro había sido peinado docenas de veces con agua de rosas, y brillaba como un espejo al sol. Reem se lo había recogido con finas tiras blancas en una trenza gruesa, que le llegaba hasta la cintura, y se lo había adornado con pequeños alhelís y jazmines blancos. El velo era de fina gasa y parecía flotar sobre su joven rostro, que había sido realzado por sus negras pestañas y sus labios rojos. El vestido de novia era sencillo, blanco y con algunos detalles en plata. Lo cierto es que estaba preciosa. Sin embargo, sus ojos verdes mostraban la profunda tristeza que todos sus adornos intentaban ocultar. No era feliz el día de su boda.
Hakim la esperaba, ansioso. Como era tradición, no la había visto ni hablado con ella hasta el día de su boda. Pero en el momento en que se unieran, le pertenecería. Se mesó la barba, impaciente. La ceremonia estaba a punto de comenzar.
Zahira no recordó su propia boda, estaba completamente fuera de su cuerpo, y la realidad le parecía brumosa y lejana. Los latidos desbocados de su corazón se habían calmado, dando paso a una paz impenetrable. Estaba completamente segura de que jamás estaría con aquel hombre. Pondría fin a su vida si era necesario, pero moriría con su honor intacto. Aquel desconocido déspota, aquel noble que había envenenado a su anterior esposa para quedarse con todo el oro, aquel cobarde que mataba a gente inocente sólo por su pobreza...aquel hombre nunca la tocaría.
Cuando volvió en sí, se encontró a lomos de un magnífico corcel negro, con su marido detrás de ella, agarrando las riendas. Mirando hacia atrás, contempló por última vez su vida: su padre, sus hermanos, sus sirvientes...los veía despidiéndose de ella, deseándole un matrimonio largo y lleno de herederos. Sólo Reem, su fiel doncella, intuía la verdad y lloraba desde las puertas de palacio. Una solitaria lágrima recorrió su rostro. Sintió los áspero dedos de su marido, limpiándosela.
- Deja de llorar, ahora eres mi esposa, debes sentirte dichosa.
Asintió, muda. No tenía por qué explicarle nada. No tenía por qué desvelarle su repugnancia y odio. "El poderoso" acabaría dándose cuenta...porque Zahira no pensaba ver un nuevo amanecer.
jueves, 2 de julio de 2009
Otra tontería
El calor la atrapaba como si de una red caliente y pegajosa se tratara. Parecía que no había oxígeno en el aire y que en cualquier momento podría caer al suelo, sin conocimiento. Una gota de sudor resbaló desde su nuca, trazando un sinuoso camino, que cualquier hombre hubiera deseado acariciar, por el interior de su liviano vestido. Tragó saliva al notar las miradas que estaban pendientes de ella, analizando cada movimiento, recorriendo su cuerpo de arriba a abajo. Ella miró durante un breve segundo a su padre, que se mostraba tan frío y sólido como un pedazo de hielo. Parecía que no le importaba en absoluto elegir qué desconocido tendría el honor de llevarse a su hija.
Ella volvió a notar las miradas de los hombres que la observaban en silencio, que esperaban impacientemente a que el jeque decidiera...sintió repugnancia ante la idea de casarse con un auténtico desconocido que ni siquiera la amaría. A sus dieciséis años, su futuro iba a quedar sentenciado para siempre. Abandonaría su amado desierto, a su padre, a sus hermanos...y sería llevada lejos, distanciada de todo cuanto había querido y conocido, para empezar una vida de indiferencia y dolor. Su propia vida.
Aunque no había sufrido la tradición de llevar burka o velo, se seguía sintiendo como un mero objeto en manos de los hombres. Ellos la habían manejado desde que nació (su propio padre, sus hermanos, sus tíos...), y su futuro marido se encargaría de ahora en adelante. Se sentía tan...impotente. ¿Por qué tenía que haber nacido mujer? ¿Por qué se la consideraba débil, manipulable? Tan sumida estaba en su sufrimiento, que no oyó lo que uno de sus pretendientes preguntó.
- Le aseguro, noble Hakim, que es una doncella pura y dócil, cándida y obediente.
- Sus palabras me producen una gran satisfacción- respondió el hombre, mirándola.
- Creo entonces, y dado vuestro interés y honorable linaje, que la elección ha sido tomada, por el bien de mi única hija.
Un escalofrío la recorrió entera. Lo que tanto había temido le había ocurrido. Ya no podría escapar de su destino, un destino que se acababa de unir con el del tal Hakim, quien la contemplaba con un deje de orgullo y lascivia. Él había ganado, y había conseguido justo lo que quería. El premio era ella.
lunes, 22 de junio de 2009
Un leve roce de tu mano ya hace a mi corazón suspirar. ¿Cómo no amarte?
Tu sonrisa me ilumina cuando me pierdo en la oscuridad. ¿Cómo no amarte?
Tu voz, tu aroma, tu mirada, tu cuerpo, los siento cuando no estás. ¿Cómo olvidarte?
Tan cerca, tan lejos…tu corazón late sin saber que el mío está sincronizado.
No me niegues tu aroma, deja que tu olor permanezca para siempre conmigo, quiero cerrar los ojos y ser capaz de imaginarte.
Silencio, extiéndete cubriéndolo todo, haz que el momento se repita, cuando tú fuiste el mudo testigo de mi amor por él, cuando le permitiste rozar mi corazón con una simple mirada.
Cuerpo, no me falles cuando lo veo; ojos, evitad ese brillo de emoción que prende mi mirada si él sonríe.
Boca, no digas nada cuando lo escucho sin interrumpirle, embebida en cada uno de sus gestos, deleitada con el placer que me proporciona oír su voz.
Corazón, no latas más, no permitas que él note que te aceleras sólo con mirarlo.
Me eres tan necesario como el aire o la sangre, imprescindible en mi vida y llenándola de felicidad...
¿Cómo no amarte?
lunes, 1 de junio de 2009
Inhumano
Ella observó su sonrisa mágica, sus hechizantes ojos oscuros que parecían estar llenos de promesas. Ella vió cómo se daba la vuelta y se perdía entre la multitud. Intentó seguirlo...en vano. Él había desaparecido entre la gente, camuflado como uno más. Como si fuera tan sólo un humano más.
Lágrimas de impotencia acudieron a sus ojos, cayendo por su rostro, suaves como las gotas de agua que empezaban a caer del cielo. Irónico. Del cielo.
Y el demonio al que amaba se había ido para siempre. Se lo advirtió, claro que sí. Le dijo entre sonrisas que no pertenecía a este mundo, que no podría quedarse con ella. Pero ella no le escuchó, no quiso hacerlo. Se había enamorado, y ni todas las razones más lógicas del mundo podrían haberle hecho odiar o dejar de amar...
En un último acto de rabia y desesperación, gritó en la lluvia.
- ¡Eres cruel, eres mezquino abandonándome. Eres, eres...inhumano!
Una voz suave y profunda que sólo ella pudo oir en su oído, le contestó susurrando. Sus palabras parecían fluir a través de una sonrisa amarga.
- No hay nadie más inhumano que el humano...
[Relato muy corto, improvisado en 3 minutos....sí, me aburro xDDD No le busquéis sentido porque no lo tiene, es sólo algo que se me ha ocurrido de repente =P]
jueves, 30 de abril de 2009
Y no importa nada más...
Never cared for what they know
domingo, 12 de abril de 2009
Regresé
Y en fin...muchas cosas han pasado....algunas muy malas, otras regulares y otras, definitivamente buenas.
¿Yo? Estoy bien. Jamás pensé que una Semana Santa se me pasara tan rápida y lenta a la vez.
Tengo miedo de despertarme de este sueño y ver que te has ido para siempre...
Pero será lo que tenga que ser. ¿No? Ojalá la felicidad me desborde de ahora en adelante.
sábado, 21 de marzo de 2009
Incomplete
"Si tú me dices ven, lo dejo todo" Los Panchos
"¿Qué no daría yo por
la memoria
de que me hubieras dicho
que me querías?" Borges
"Yo os diría su
aroma de maderas
preciosas..." D'Ors
"El aire ya es
apenas respirable
porque no me contestas" Salinas
"No hay más invierno que
la soledad.
Toma mi brazo, acéptame
este modo sencillo
de abolir, al
mismo tiempo,
invierno y soledad,
llamado amarse" Salinas
"Rozar tu mano y delirar por eso,
por esa suave piel...
rozar luego tus labios y adivinar
su miel,
para soñar después con lo que
no fue un beso..."
"Suponte que inventamos un país tan sencillo
que se parece a un sueño,
y entre los dos le damos un nombre estrafalario
como Amor, por ejemplo..."
"Si mis ojos se cierran es para hallarte en sueños
detrás de la cabeza,
detrás del mundo esclavizado,
en ese país perdido
que un día abandonamos sin saberlo" Cernuda
domingo, 1 de febrero de 2009
Cap 2
Los del garaje se comportaron como era típico. Martin había concertado esa
visita por teléfono dos días antes, pero eso no impidió que la recepcionista reaccionara como si nunca hubiera oído hablar de él, ni que el único mecánico disponible meneara la cabeza diciendo que era posible, que podía hacerse, pero habían llamado a Les inesperadamente para una emergencia y más valía que Martin les dejara telefonearle. Al final prometieron a Martin que los tendría instalados a las diez y media.
Regresó a pie por Queen Street. La mayoría de las tiendas todavía no habían abierto. La gente con la que se cruzaba iba camino de la estación para dirigirse a su trabajo. Martin notaba la pistola en el bolsillo derecho, su peso y su forma. Era una pistola grande y pesada con un cañón de diez centímetros. Si la policía británica fuera armada, notaría esto. Cada día, todo el día. Martin pensó que ello tendría sus inconvenientes y sus ventajas, pero de todos modos no podía imaginar que semejante medida
fuera aprobada por el Parlamento.
Se preguntó si debería contarle a su esposa lo de la pistola, y se preguntó muy en serio si debería decírselo al inspector jefe Wexford. ¿Qué hace un muchacho de trece años con una reproducción de lo que probablemente era un arma de la policía de Los Ángeles? Era demasiado mayor para las pistolas de juguete, claro, pero ¿cuál podía ser el propósito de una reproducción sino amenazar, hacer creer a los demás que era real? ¿Y esto podía tener una intención criminal?
En aquellos momentos Martin no podía hacer nada. Aquella noche, por
supuesto, decidiera lo que decidiera hacer, debería tener una charla seria con Kevin. Se metió en High Street, desde donde pudo ver el reloj azul y dorado de la torre de la iglesia de St. Peter. Eran casi las nueve y media. Se dirigía al banco, con intención de sacar dinero suficiente para pagar el garaje, así como para gasolina, almuerzo para dos, gastos extraordinarios en Eastbourne y que quedara un poco para los dos días siguientes. Martin desconfiaba de las tarjetas de crédito y, aunque tenía una, raras veces la utilizaba.
Su actitud era la misma con respecto al cajero automático. El banco todavía se hallaba cerrado, impidiéndole el paso su sólida puerta principal de roble, pero había un cajero automático instalado en la fachada de granito. Llevaba la tarjeta en la cartera, la sacó y la miró. En algún sitio había escrito el número secreto. Intentó recordarlo: ¿cincuenta-cincuenta-tres? ¿Cincuenta-tres-cero-cinco? Oyó que corrían los cerrojos y
daban vuelta a la llave de la puerta. Esta se abrió hacia adentro y dejó al descubierto la puerta interior de cristal. El grupo de clientes del banco que estaban esperando cuando Martin llegó entró primero.
Martin se acercó a uno de los mostradores que estaban equipados con un
secante y un bolígrafo sujeto con una cadena a un falso tintero. Sacó su talonario. No necesitaría la tarjeta de crédito para respaldar su cheque, ya que todo el mundo le conocía al tener allí su cuenta; uno de los cajeros ya le había visto y se habían saludado.
Sin embargo, pocos conocían su nombre de pila. Todos le llamaban Martin y siempre lo habían hecho. Incluso su esposa le llamaba Martin. Wexford debía de saber cómo se llamaba, y también el departamento de cuentas, y todo el que se ocupara de estas cosas en el banco. Cuando se casó, lo había pronunciado y su esposa lo había repetido. Bastante gente creía que Martin era su nombre de pila. La verdad de ello era un secreto que él guardaba tan dentro de sí como podía, y en aquella ocasión firmó el cheque como hacía siempre: «C. Martin».